En algún momento se te queman los huesos con el frío,
se te congela la sangre de tanta soledad, decepción y abandono,
a veces pronto casi tan encima que no puedes reaccionar,
me gustaría no sentir éste estrujamiento del estómago,
ni la soledad de la muerte prematura de mi alma desahuciada,
como si me hubiesen carneado el corazón y todo sentimiento esperanzado, no soy ni la primera ni la última con la desazón de un enunciado de botadero simple,
pero me duele, me cortan las lagrimitas de cristal caído,
las venas me hablan del silencio permanente de su ser,
que se me carcoma la desilusión de un golpe fijo, ojalá claro.
No volveré...
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